“El problema no es la crisis, sino la
indiferencia con la que se la gestiona.”
— Adaptado de Mario Benedetti
Vivimos tiempos críticos. No solo por las guerras, el cambio climático o las economías tambaleantes. También por la crisis de humanidad dentro de instituciones, gobiernos y
empresas. En medio de exigencias crecientes, hay algo que muchas organizaciones siguen ignorando: el costo invisible de la indiferencia.
Cuando las instituciones
normalizan el abandono
En Oaxaca, en diciembre de 2024,
una mujer de 40 años dio a luz en la banqueta frente al Hospital General de
Tuxtepec, al no ser atendida a tiempo por el personal médico. Lo escandaloso no
fue solo el hecho, sino la frialdad con la que la institución asumió esta
emergencia. Esta indiferencia institucional refleja una realidad que muchas
empresas replican a diario:
- Se normalizan las jornadas extendidas no pagadas como “compromiso”.
- Se exige lealtad, pero no se devuelve en cuidado ni reconocimiento.
- Se silencia el agotamiento, como si el cansancio emocional fuera una debilidad.
- Se recorta personal sin aviso, sin contención, sin empatía.
- Se descarta a quien ya no rinde igual, como si las personas fueran piezas reemplazables.
En un caso reciente en Los
Mochis, Sinaloa, un trabajador de una maquiladora sufrió un infarto tras haber
solicitado permiso para salir a recibir atención médica y ser negado por
Recursos Humanos. A pesar del llamado de sus compañeros y la llegada de paramédicos,
lamentablemente falleció. La respuesta institucional fue minimizar el suceso y
negar responsabilidades.
¿El resultado? Malestar
silencioso, rotación constante, ansiedad, apatía… y una cultura laboral que se
sostiene solo con miedo.
Las emociones no son lujo, son
sistema nervioso organizacional
Una empresa puede tener los
mejores procesos, pero si sus decisiones se toman sin empatía, se colapsará
desde adentro. La indiferencia emocional también es una forma de violencia,
aunque no grite.
Ignorar las emociones es ignorar
el motor invisible del trabajo humano.
En tiempos de crisis, muchas
organizaciones se vuelven aún más frías:
“No podemos
aflojar.”
“Esto es lo
que hay.”
“Agradece que
tienes trabajo.”
Pero esa lógica erosiona la
conexión entre personas y propósito. Y sin propósito, todo esfuerzo se vuelve
agotador.
🌱 ¿Qué puede hacerse?
Soluciones con ética y empatía
·
Revisar las decisiones desde lo humano
·
Cada política, recorte o nuevo proceso debe preguntarse:
¿Cómo impacta esto
emocionalmente a quienes lo vivirán?
La empatía debe formar parte de
la estrategia, no del discurso.
Reconocer la sobreexigencia como
un riesgo
Pedir más sin recursos,
sin descanso y sin reconocimiento es una receta para el abandono emocional.
Solución: establecer límites
reales a la carga, auditar el tiempo extra no remunerado, y valorar el esfuerzo
invisible.
Comunicar con honestidad y
contención
👉 En contextos de crisis,
la transparencia no basta.
Hace falta explicar el porqué de
las decisiones, abrir espacios de diálogo y ofrecer contención emocional.
“Esto es difícil para todos,
¿cómo te sientes con esto? ¿Qué necesitas para transitarlo mejor?”
Formar líderes con criterio ético
y emocional
No se trata solo de "motivación",
sino de liderar desde el cuidado y la justicia emocional.
Capacitar a quienes toman
decisiones para que piensen con empatía, no solo con eficiencia.
Transformar la cultura del
silencio
Promover entornos donde el
malestar pueda nombrarse sin miedo.
Crear canales de denuncia
emocional, espacios de escucha, y políticas reales de prevención de abuso, no
solo protocolos vacíos.
En tiempos de crisis, las
organizaciones que sobreviven no son las más rígidas, sino las más
emocionalmente inteligentes.
Porque cuidar no es debilidad: es
estrategia de largo plazo.
Rocío Burciaga